MR. HAPPY: CONDENADO A SER FELIZ




Tiempo atrás, en este mismo lugar, compartí con vosotros la historia de Phineas Gage, un obrero del ferrocarril que en 1848 vió cómo una barra de hierro de seis kilos de peso, un metro de longitud y 3 centímetros de diámetro entró por su mejilla izquierda y salió por su cogote proyectándose a más de 30 metros de distancia como consecuencia de una detonación de la pólvora que estaba colocando al prenderse con una chispa accidental. Phineas era un tipo cabal, esforzado en su trabajo, listo y de buen trato… hasta ese momento. Lo primero que sorprende de esta fantástica historia es que no solo sobrevivió (incluso hay testigos que dicen que a los pocos minutos hablaba) sino que ningún aspecto físico de su persona se vio afectado. Podía hablar, caminar y hacer todo lo que una persona sin esa lesión puede hacer físicamente. Pero se convirtió en una persona tosca, vulgar, ruda, poco educada, sin juicio ético ni moral, irreverente, procaz, blasfemo y completamente diferente a como era antes del accidente.
Pues bien, hoy os traigo la historia de Malcom Myatt, británico de 68 años que en 2008 sufrió un derrame cerebral llevándose consigo la movilidad de la parte izquierda de su cuerpo y también la posibilidad de recorrer grandes distancias andando y también, y esto lo sorprendente, la posibilidad de sentir tristeza. Desde hace nueve años, Malcom es incapaz de sentir tristeza y siempre está con una sonrisa en la cara. Su accidente cerebro vascular fue fuerte y le obligó a estar 19 semanas ingresado. Contra todo pronóstico, su recuperación fue tomando forma poco a poco y tras su convalecencia retomó su rutina con la particularidad de que desde entonces no ha vuelto a sentirse triste. El accidente afectó al lóbulo pre frontal cerebral que al estructura encargada de procesar dicha emoción.

Todo ictus puede llevar consigo cambios físicos, psicológicos y/o emocionales pero el caso de Malcom es un caso único y singular. No solo él se considera afortunado por haberlo sufrido sino que el mismo hecho de no ser capaz de deprimirse fue determinantes para su recuperación, paradójicamente. El caso es que uno nunca sabe qué ventana se abre cuando una puerta se cierra, pero cada vez cobra más importancia estar alerta y despierto a percibir dichas bondades escondidas en tragedias.
Para los que nos dedicamos a la salud mental, no siempre es fácil hacer entender a los pacientes que no importa cuál sea su problema y cuán difícil de solucionar crea que es, siempre hay una cara positiva, muchas veces oculta y que su trabajo es descubrir donde esta con o sin la ayuda de un profesional. Muchas veces no es inmediato. Puede requerir algo de tiempo. A Malcom le costó 19 semanas ingresado en un hospital y varios meses de rehabilitación entender que sufrir un derrame cerebral puede también tener consecuencias positivas.
Solo Malcom junto con un puñado más de personas en todo el  mundo saben cómo se vive sin sentir tristeza, pero otro dato curioso es que su felicidad un tanto infantil se contagia y se extiende a su alrededor a su paso. 
Tal vez a Malcom le haya sobrevenido esta condición si mucho esfuerzo por su parte, aunque seguro que sin necesidad de sufrir un ictus, tenemos muchas veces a nuestro alcance la posibilidad de espantar nuestras tristezas mediante actos conscientes. Nada tiene el poder de amargarte la vida. Solo tienes que creértelo. Tu también te puedes condenar a ser feliz.


Malcom Myatt

ES TAST DE NA SILVIA



La razón por la que me lees poco en papel sobre temas gastronómicos es porque, desde que me prohibieron la entrada en varios restaurantes por críticas gastronómicas negativas, decidí publicar únicamente críticas positivas en papel y dejar las negativas para el blog. Al fin y al cabo esto es muy pequeño y hay que llevarse bien. Encontrar restaurantes redondos, dignos de una buena crítica, no es fácil. Además, el invierno dificulta la tarea en la isla al estar el 75% cerrados.  Sin embargo, aquí estoy hablando sobre gastronomía en positivo lo que indica que he realizado un nuevo descubrimiento. Se trata de Es Tast De Na Silvia, ubicado en el Lago De Cala´N´Bosch. El seguimiento a este restaurante data de un año atrás cuando me presenté sin reserva y, al estar lleno, el dueño tuvo a bien decirme que prefería no hacerme esperar y me envió para casa, cosa que agradecí no sin antes comprometerme a volver para catar el prometedor lugar. Pues ese día llegó. Fue este pasado fin de semana. Elegí mayo para garantizarme que no me sucediera lo del año pasado aún a riesgo de sorprender al restaurante todavía calentando motores de cara a la temporada. De hecho llevaban solo dos días abiertos ofreciendo únicamente su menú degustación por quince euros. El lugar se distingue de la vorágine que se genera en la zona donde se encuentra, plagada de restaurantes excesivamente orientados al guiri, destacando su iluminación, mantelería y cubertería. Todavía no hacía temperatura para cenar al aire libre así que se optó por cenar a cubierto, en concreto en un magnífico reservado que hará las delicias de quienes gusten de cierta intimidad y recogimiento a la hora de disfrutar de una velada en un restaurante. Aunque la oferta se reducía al menú degustación, el tuvieron a bien ofrecernos la posibilidad de que Silvia nos preparara algo a nuestro gusto aunque nos decantamos por degustar el menú degustación, valga la redundancia. Este ofrecía, entre otros, de primero ensalada de bacalao y puré de guisantes , que fueron los elegidos y, de segundo, entre otros, lechona con patatas al romero, bacalao gratinado y carpaccio de ternera de Menorca. Cayó la lechona por partida doble. Cabe destacar que otro rasgo distintivo del restaurante es la apuesta clara por la agricultura y ganadería ecológica, constituyéndose en uno de los pocos que presume de dicha política en  la isla. Con los vinos también te llevarás alguna sorpresa al ver referencias únicas, algunas quizá demasiado desconocidas para su precio, pero que deleitarán tus sentidos si hay acierto y comunión. Opté por un Traslascuestas de Ribera del Duero. Un semicrianza lo suficientemente acomplejado que bien pudiera haber pasado por crianza y que aguantó las dos horas de velada como un campeón con un precio no excesivamente alto, dieciséis euros con treinta y cinco. El primer restaurante de todos cuantos he probado que sin necesidad de pedirlo el vino es servido decantado como todos los vinos no jóvenes debieran ser servidos.

 El decantado ayudó sin duda a prolongar el disfrute del caldo. De los platos, diré que lo mejor es probarlos. El puré de guisantes espectacularmente servido sobre virutas de jamón ibérico y cebolla caramelizada fue un diez rotundo.

La ensalada de bacalao sorprendente, aunque podría mejorarse. 

 

Era la primera vez que comía pescado distinto del atún en una ensalada y el plato principal de carne de cerdo con patatas al romero, más que notable. 
  

A pesar de estar un poco retirado, su ubicación no debiera impedirte disfrutarlo.

CARTA AL FILETE SMOIX






Querido Filete Smoix: 

Ahora que ya has llevado a cabo todas las etapas que te corresponden en mí, desde el bolo alimenticio hasta la deposición, espero que recibas estas líneas allá donde te encuentres.

Tu gremio, el de los solomillos, siempre aparece presidiendo las cartas de los restaurantes altivos  e inaccesibles con unos precios de más de dieciocho euros que os aíslan del mundo. Con todo y con eso, soy un gran amante de vosotros por lo que aún sabiendo que , en ocasiones, me extralimito, suelo pediros cuando salgo a cenar. 

Se corre un gran riesgo ya que en no pocas ocasiones hubiera preferido triturar en una destructora de documentos el billete de cincuenta euros que me habéis costado debido a que no aprecié diferencia entre comeros a uno de vosotros o comerme una baldosa. Lo mínimo que se exige cuando te gastas cuatro mil pesetas en uno de vosotros es que no solo se pueda comer, sino que transmitáis algo más.

Había pasado ya mucho tiempo sin encontrar a uno de vosotros que me hiciera recuperar la fe en vuestro gremio. Pero algo sucedió el pasado dieciséis de febrero.

Buscaba un sitio para hacer una cena especial por aquello del día de los enamorados (si, soy un romántico en el fondo) pero como caía en miércoles, lo dejé hasta el sábado siguiente, por aquello de que en fin de semana el entorno acompaña más. Además, sorprendentemente el lugar al que terminé acudiendo a comerte, celebraba una velada temática mexicana el día de San Valentín. Extraño. Aunque, pensándolo bien. ¿por qué no se va poder celebrar el día de los enamorados rodeados de mariachis? El caso es que, como digo, aplacé la velada para el sábado siguiente. Decidí intentarlo de nuevo donde te comí y reservé mesa. Tu casa se llamaba Smoix, en la calle San Isidre 33 de Ciutadella. Pregunté si era el antiguo Es Jardí y al confirmármelo tuve claro donde te encontraría. Para empezar, encontrar lugares como tu casa abiertos todo el año no es fácil así que fue un buen comienzo. No había mucha gente, lo cual, en ocasiones, lo agradezco, aunque sé que el dueño del restaurante normalmente no. La decoración, iluminación y disposición del mobiliario del comedor donde te degustaría eran correctos.  Todavía era una época del año que impedía sentarse en el patio interior, al aire libre, pero se auguran grandes veladas de verano en tan fantástico lugar. 

La recepción a puerta gayola del segundo de sala fue comedida aunque pretendía embutirme en una de esas mesas para dos en las que apenas cabe un salero. Aunque vayamos dos (e incluso yendo solo), si el cliente prefiere sentarse en una mesa de cuatro  estando el restaurante vacío, ofréceselo o, al menos, no dificultárselo, debería ser una norma si se solicita. En restauración de nivel, cada detalle cuenta. Tras este pequeño traspiés, la  cabeza visible del restaurante, una mujer con más tablas y experiencia, tomó las riendas y, diligente, desplegó su protocolaría toma de la comanda. Trajo la carta donde te encontrabas. No era una carta demasiado amplia. Puede pensarse que incluso escasa. Sin embargo, un restaurante no tiene por qué tener una enorme lista de platos si ninguno vale la pena. Es mejor hacer bien unas cuantas cosas que regular muchas.
Así que allí estabas tú. Te llamabas Filet De Vedella Smoix y valías veintidós eurazos. Dudé en pedirte. De hecho estuve a punto de no hacerlo, pero la estrechez de la carta me empujaba a ti, así que sucumbí. Te pedí. La espera transcurrió entre tenue luz, agradable conversación y un Valldehermoso Roble de dieciséis con cincuenta euros. Un buen vino. Ribera del Duero. Siempre Ribera. Lo suficiente bueno como para solicitar un decantador que llegó mojado a la mesa. Un error, aunque perdonable. También el lugar tuvo a bien servir un pequeño entrante obsequio de la casa que alivió la corta espera.

 

Cuando llegaste, tu aspecto, sin ser demasiado llamativo, desprendía savoir-fair. Te habían preparado con gusto y profesionalidad. Además, viniste abierto y al punto como un buen solomillo tiene que venir. Tu oscuridad no hacía augurar tu suculencia. Era debido a la reducción de la salsa que te cubría tímidamente y que ensalzaba tu alta calidad como carne. Te abordé con mi elegante tenedor clavándotelo en uno de tus extremos y te seccioné un primer trozo con mi no menos elegante cuchillo para adentrarte en mi boca. Sorprendiste a todas y cada una de mis papilas gustativas que de inmediato mandaron una inequívoca orden a mi cerebro de que eras sin duda el mejor solomillo de todos cuantos he tenido el placer de degustar. Eras tierno y tu punto era el exacto. Tu contundencia como solomillo interrumpió la agradable conversación que mantenía con mi compañera de mesa para centrarme por completo en ti. Mi incursión sobre ti avanzaba con cortes firmes y jugosos. Intercalaba cada bocado con alguna de las formidables patatas caseras que te acompañaban. Antes de hincarte el diente, hubiera podido pensar que era una guarnición insuficiente pero pronto comprendí que tú eras el protagonista y que no necesitabas de nada más junto a ti en el plato. Los sorbos del vino que, definitivamente decantado ganaba en esplendor,  creaban un fantástico maridaje que me reafirmaba en mis valoraciones bocado tras bocado. 

Ibas desapareciendo del plato a medida que te ibas instalando en mi sistema digestivo. Mis jugos gástricos trabajan lenta pero firmemente en tu transformación de bolo alimenticio en proteínas, vitaminas y grasas esenciales. Mi cerebro estaba entusiasmado. La maestría con que habías sido preparado, y seguramente criado cuando eras vaca, a la par que servido, quedó patente en el viaje que me proporcionaste con tu consumición.
Supusiste una grata experiencia culinaria y debo darle la enhorabuena a todos los responsables que te trajeron hasta mí. Desde el ganadero que te crió hasta el chef que te cocinó pasando por la jefa de sala que te sirvió. Volveré a dar buena cuenta de alguno de tus compañeros. Solo espero que estén a tu altura. Estoy casi seguro de que así será. Una gran experiencia para los sentidos. 

Gracias Filete Smoix.


 

EL VUELO

Estoy en racha. Otra buena película. De puntillas y sin mucho ruido se coló esta película en la primera fila de las carteleras permitiendo al espectador presentarse a su visionado sin excesivas referencias, que es como puedes aumentar las posibilidades de que una película te sorprenda y no al revés, yendo con altas expectativas fruto de una promoción inflada y malévola del metraje. El director es Robert Zemeckis, director también de grandes clásicos del cine como la saga Regreso Al Futuro, ¿Quién Engañó a Roger Rabbit?, Forres Gump o Contact. El protagonista es un más que solvente Denzel Whasington y la trama gira entorno a Whip Whitaker, piloto comercial que consigue realizar un milagroso aterrizaje forzoso de emergencia consiguiendo salvar muchas vidas. Sin embargo, la vida del héroe está llena de luces y sombras y será en el transcurso de la investigación donde dilemas morales, éticos y jurídicos te asaltarán y persuadirán de introducirte de lleno en la historia. La primera media hora de película puede considerarse de los mejores arranques del cine contemporáneo. Hasta el accidente de avión, puedes pensar que, con ese título, es una de esas películas que discurre en su totalidad en el propio avión, pero no es así. El accidente de avión (espectacular secuencia que no creo que debas perderte) termina con el protagonismo del avión y, el resto de la película, transcurre en tierra firme. Zemeckis, o mejor dicho su guionista John Gatins, desconocido hasta ahora, consigue poner con maestría y brillantez las debilidades de los personajes, encabezados por Denzel Whasinghton y seguidos de cerca por Kelly Reilly que da vida a Nicole Maggen, en la ficción, personaje cuya historia arranca en paralelo con la de Whip Whitaker y cuyas vidas se cruzarán en el hospital. El está convaleciente del accidente aéreo y ella de una sobredosis de heroína. No puedo no mencionar el excelente trabajo de John Goodman que interpreta a un camello único y con un estilo muy persuasivo. Sus diálogos y esporádicas intervenciones son un respiradero de humor para una trama que se enmarca de lleno en el drama. Son más de dos horas de película, pero ya sabes que, si es buena, no importa. La tarde fue redonda cuando me enteré que los Cines Canal Salat han decido llevar a cabo una semana entera del espectador al precio de cinco euros. Una iniciativa de aplaudir. El viernes tendrán en cartel Blancanieves, galardonada con diez Goyas y a precio de día del espectador. Para no pensárselo.