Aparte de la gran película de los Coen, el Gran Lebowski es un tipo que publica una columna semanal en Ultima Hora Menorca y que te invita a participar de sus quietudes e inquietudes.
MI PRIMERA CALDERETA
Como es costumbre en mí, a cinco o seis horas vista de Nochevieja todavía no sabía qué iba a hacer. Más o menos las opciones serían las de siempre. Buscar un restaurante donde cenar dos personas sin empeñarte hasta la médula o cenar en casa y luego salir a dar una vuelta. En circunstancias normales, a eso de las ocho, es cuando suelo resolver la situación optando normalmente por algún restaurante asiático que, al estar regentados por personas a los que la Navidad y el Fin de Año se la trae al pairo, no suele haber problemas de mesa aunque te persones a traición sin reserva ni nada. Sin embargo me encontraba en la radio llevando a cabo mi colaboración semanal sobre temas relacionados con la psicología (precisamente hablando de procrastinación, que significa dejar siempre las cosas para última hora) cuando las conductoras del programa se interesaron por lo qué iba a hacer esa noche así que me zafé de la presión decidiendo en ese instante que cenaría en casa. Pero, eso sí, no cualquier cosa sino la tan nombrada Caldereta de Langosta a la Menorquina. Y además, sin tener ni idea de lo que era, la iba a hacer yo. Estaba en Maó y al hacer públicas mis intenciones rápidamente me llovieron en cascada preguntas del tipo ¿ya tienes la langosta? ¿y lo necesario para el flambeado? ¿te has agenciado ya los puerros? ¿tendrás cacerola de barro verdad? ¿en qué fuego la vas a hacer? Dios, pensé que sería mucho más sencillo. Flambeado me sonaba a un tipo de baile y un puerro no sabía ni el aspecto que tenía. Entré en estado de shock ya que, al parecer, disponía de poco tiempo para agenciarme con lo necesario. Lo primero que hice fue dejarme influir por una publicidad de un periódico local que hablaba de langostas a 10,45 € el kilo. Me fui hacia el supermercado en cuestión a toda velocidad y mi alma se fue a los pies cuando el amable dependiente de la pescadería me explicó que esas langostas eran cubanas y que en Menorca termina la veda el 31 de Octubre con el agravante de que no tenía de las que habitualmente congela a 31º grados bajo cero nada más las recibe ya que no las puede tener en la pecera-escaparate porque suelen ser devoradas por los bogavantes. Es más, me recomienda que haga la caldereta con bogavante. Mi ignorancia al respecto es total así que dudé de si hacer la caldereta con un bogavante, en vez de con una langosta, sería tan sacrílego como hacer la paella con chorizo o guisantes (yo, que soy valenciano). Me pusé en sus manos. Encajé también como pude la bronca al pedirle morralla para hacer el fumet ya que, reaccionando como si le hubiese escupido a la cara, me dijo que la auténtica se hace con agua monda y lironda. Tomate, cebolla, ajo, sal y pimienta, tenía. Pero me faltaba el cognac para el flambeado. No sabía cual era el ortodoxamente correcto, así que escogí una botella de Terry y así la aprovecharía para los carajillos. Tras hacerme todavía más lío leyendo por Internet las distintas recetas al respecto decidí elaborar una receta propia compendio de todas ellas. Sofreir las verduras, reservarlas, flambear el bogavante con cognac, añadir el agua y regular el fuego, fue bien. Sin embargo, hacer la picaeta con los sesos del bogavante congelado añadiéndole ajo, almendra y hebras de azafrán y echarlos en momento adecuado fue lo más estresante que me ha ocurrido desde que estoy en la isla. Con todo, aunque con poco suquet por exceso de tiempo al fuego, parece ser, a juzgar por la opinión de los comensales, que salió de muerte. Además, para la próxima, prometo acordarme de quitarle las gomas a las pinzas del bogavante antes de echarlo a la cazuela.