SINDROME DE LA ISLA

Ya sé que es un tema recurrente, pero no por ello menos importante. Además nos sucede más a los peninsulares que a los insulares. Cosa lógica por otra parte al haber vivido más tiempo en el continente. Sin embargo, va un poco a épocas y depende sobretodo de variables individuales. Hay gente que, aún siendo peninsular, no siente este síndrome de la isla con tanta fuerza como otras personas y también muchos insulares experimentan con fuerza el deseo de salir de la isla y pisar el continente aunque sea una vez al año. El problema de Menorca es que la salida, según a donde, no es tan sencilla como en otras islas. Hay algo de injusto en esta situación. Si tu salida natural es Barcelona, no hay mayor problema: frecuentes barcos y vuelos baratos te lo permiten. Cuando el destino es algo más rebuscado, por muchas ganas que tengas de salir tienes que aprender a apaciguarlas ya que llevar a la práctica la escapada muchas veces es imposible. Cuando alguien quiere irse por ocio hasta se puede llegar a entender que pudiere ser así. El problema es cuando las razones que te obligan a abandonar la isla repentinamente (por problemas familiares, por ejemplo) con un destino poco típico implica desembolsar cantidades cercanas al millar de euros (incluso siendo residente) y, esto, en mi opinión es un sangrante ejercicio impío de extorsión. Muchos dirán que la solución es planificar con antelación las salidas de la isla, no sin razón. Pero a esas personas, yo les digo que también existe el derecho a no vivir con los movimientos tan planificados porque al fin y al cabo nunca se sabe lo que uno estará haciendo de aquí a unos meses. Regularmente se puede ver la noticia en la prensa local de la isla. Fulanita de tal o fulanito de tal paga ochocientos euros por un vuelo a Córdoba o casi mil por uno a Santiago de Compostela. En mi caso, que soy de Valencia, he llevado a cabo las mas insólitas combinaciones para llegar a mi destino. La primera opción siempre es vuelo directo, pero, si se trata de un pensat y fet, lo descartas de inmediato ya que incomprensiblemente los precios no bajan de los cuatrocientos euros. La siguiente opción es un vuelo Menorca-Palma para enlazar con un Palma-Valencia pero aquí la irracional combinación de horarios puede hacer que pases un día entero en Palma o que pierdas el enlace. Ante las apreturas de los horarios queda la posibilidad de coger un barco de Ciutadella a L´Alcudia para después ir en autobús hasta Palma y desde allí coger el barco de las doce del mediodía a Valencia pero, lamentablemente, la salida del Nura Nova no permite cuadrar los tiempos. Alguien podría decir que se puede coger el Ramón Llull pero ya no opera. Se abre otra posibilidad que es coger el Interilles desde Ciutadella a Caja Ratjada y una vez allí en tren a Palma para después coger un avión a Valencia. La sorpresa llega cuando hay un autobús cada medio día para llegar a la estación y además la línea férrea está cortada obligándote a coger un autobús alternativo con el consiguiente retraso que te hace perder el avión. Luego las opciones no son fáciles. La exigente situación hace que afines el instinto de búsqueda y contemples trayectos vía Londres, Bruselas o Roma para llegar a Valencia. Por increíble que parezca, sale más barato que via Palma. Pero no acaba ahí la cosa. En la búsqueda me encontré con un vuelo Menorca-Alicante en el que me pagaban por volar. En concreto, el vuelo valía -0,47 €. Con las tasas, eso sí, se quedaba en cerca de 23. Una vez en Alicante, solo era cuestión de coordinar los horarios de los trenes (inviable, el último sale a mitad de tarde) o de los autobuses que, por gracia de Dios, había disponibles a las diez y media de la noche. En definitiva, que recorrer una distancia de 350 kilómetros (es para plantearse irse en llaut) inviertes casi un día de tu vida y algunas indeseables contracciones estomacales propias del stress del viaje. El consuelo que te queda es que a la vuelta te tiras al agua y ves una enorme y majestuosa tortuga marina nadar libre por el fondo marino que hace que te olvides de la insularidad y de la madre que los parió a todos.