LABORDETA


Aunque lo leerás el miércoles, escribo este artículo en cuanto me he enterado del fallecimiento de Jose Antonio mientras escucho uno de sus discos “Tú, Yo y los Demás” con la carne de gallina, los ojos húmedos y el interior sacudido por lo mucho que su música ha significado para mí. Como ya es miércoles y esto ocurrió el sábado,  imagino que ya se habrá dicho casi todo sobre él. Pero, o mucho me equivoco, o todo lo dicho seguramente habrá girado entorno a su faceta más política y mediática. Probablemente se haya destacado su labor como diputado de la Chunta Aragonesista (a fecha de hoy habrás leído/escuchado/visto el “a la mierda” con el que contestó a Alvarez Cascos tras él decirle “cantautor de los cojones”). También se habrá hablado mucho de su labor como conductor de “Un país en la mochila”. Un programa de culto nunca bien ponderado que puede merecer un visionado. Tengo un familiar en una recóndito grupo de casas, pedanía de una recóndita aldea que es San Juan de Río, partido judicial de un recóndito pueblo llamado A Pobra de Trives de la no menos recóndita provincia de Orense, que, como sabes son las antípodas nacionales de Menorca, en el sentido que es el otro extremo en cuanto a salida y puesta de sol se refiere al menos. Pues bien. A ese familiar lo entrevistó Jose Antonio Labordeta en uno de los episodios de “Un país en la mochila” lo que da una idea del nivel de profundidad al que recorrió España (probablemente el único) lo que le convirtió en uno de los mayores y mejores conocedores de la plurirealidad española de verdad, la auténtica, la que no se está en las ciudades. Sin embargo, hoy miércoles, después de unos días de la noticia, puede ser buen momento para hablar de un Jose Antonio Labordeta más desconocido que fue el que ocupó (y ocupa) una parte importante de mi vida. La ocupó casi contra mis deseos pero terminó haciéndose un hueco a fuerza de golpear consistente y contundentemente en el mismo lugar y ya se sabe que por muy suave que golpees (este no era el caso) en el mismo sitio, si lo haces el tiempo suficiente terminas haciendo mella. Cada golpe me lo daba con cada una sus canciones cada vez que las escuchaba y con cada uno de sus poemas cada vez que los leía. Sí, estoy hablando del Labordeta Cantautor (con mayúscula) y del Labordeta Poeta (también con mayúscula). No es que esté muy de acuerdo con el hecho de que un artista se tenga que morir para descubrirlo (hecho este muy español) pero con esta muerte sería una terrible oportunidad desaprovechada no hacerlo. Jose Antonio Labordeta tiene publicados diecinueve discos y cerca de una veintena de libros entre autobiográficos y poemarios. Pocos son capaces de ver tras el aspecto rudo y el gran bigote, amén de las hechuras de monte, el gran poeta que hay detrás. Si no te gusta la poesía, escucha sus canciones (eso sí lo puedes hacer) que al fin y al cabo son sus poemas además dotados de una cultivada música que va mucho más allá del “Canto a la Libertad”. Canción de 3 minutos y cincuenta y ocho segundos compuesta en 1975 y recogido en el album “Tiempo de Espera” considerada por muchos el auténtico himno de Aragón. Uff! Está empezando a sonar “Me dices que no quieres”, esta canción la habré cantado (lo estoy haciendo ahora mismo una vez más), sin exagerar, dos mil veces a grito “pelao” y con amigos. Habla de Aragón. Sin duda, mi vinculación con Aragón explica la devoción que le tengo pero, si fuese extremeño me hubiera encantado que alguien me hablara de su música. Tú, menorquín, tienes la oportunidad. Ya sabes que en el Spotify está todo. Desde luego, Labordeta (gracias a Dios) está. “Me dicen que no quieres” acaba con dos versos que son dos jirones de piel (como diría Victor Manuel –otro que hasta que no se muera no se le va a prestar atención-):  “De esta tierra hermosa, pura y salvaje, haremos un hogar y un paisaje”. Y ahora está empezando a sonar La Albada, un viaje emocionante en forma de canción de casi ocho minutos que pone en tela de juicio el famoso dicho que mantiene que “una imagen vale más que mil palabras”. En este caso, no es así. Las palabras de esta canción describen, ilustran, pintan, mejor que cualquier imagen la desertización aragonesa, la miseria, la despoblación, el cierzo (un viento tan característico en Aragón como la Tramontana en Menorca), los Monegros, la vuelta de la generación presente a reencontrarse con su generación anterior,  el pueblo abandonado que a principios de siglo gozaba de la vida y el ajetreo de sus pobladores y tantas y tantas cosas más. Contiene versos como estos: “Las albadas de mi tierra se entonan por la mañana, para animar a las gentes a comenzar la jornada. Arriba los compañeros, que ya ha llegado la hora de tener en nuestras manos lo que nos quitan de fuera. Esta albada que yo canto, es una albada guerrera que lucha porque regresen los que dejaron su tierra”. Tan himno o más como el Canto a la Libertad. Lo he visto en concierto infinidad de veces. En una de las ocasiones, entretuvo, emocionó y conmocionó a los presentes con solo una pandereta y su voz durante casi dos horas. Vestido con camiseta (o camisa de leñador) y unos vaqueros y prácticamente hierático (porque bailar, lo que se dice bailar, eso sí, no bailaba mucho). Creo que lo que acabo de escribir es la más completa definición de carisma que se puede encontrar. Yo no es que diera mucha importancia al legado que dejas cuando mueres. Soy más del pensar que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, pero conmueve ver la estela de buen rollo que Labordeta ha dejado al irse. Más intensa cuanto más conocías su obra. Hoy es un buen día para ser mejor persona. Escucha su obra. Hazlo de forma amable. Date tiempo. Túmbate a escucharlo. Sin prisa. Hazlo varias veces. Labordeta tiene alma.