Los obsequios demuestran la importancia de las conductas altruistas para la especie humana. Ha caído un estudio en mis manos en el que los encuestados creen que comprar algo para ellos les alegrará más que hacer un obsequio. Sin embargo, el estudio ha demostrado que hacer regalos a otras personas hace más feliz que hacérselos a uno mismo. Los participantes en sus estudios creen erróneamente que conseguir algo para sí mismos les hará más felices que regalarlo a los demás, lo que les lleva a actuar de una manera egoísta que, paradójicamente, les lleva a ser menos felices. La manera de gastar el dinero es tan importante como la cantidad de dinero que se gana para ser feliz. Lo que significa que no es preciso que un regalo sea caro para que sea gratificante. El nivel de ingresos de las personas tiene relación (débil, pero la tiene) con su nivel de felicidad. Sin embargo, la voluntad de tener dinero no favorece que uno pueda dedicar su tiempo a actividades gratificantes. Me explico, los investigadores de Harvard y Vancouver preguntaron en una encuesta a 632 ciudadanos de Estados Unidos cuánto dinero ganaban, cómo lo gastaban y cómo se sentían de felices. El dinero que gastaban en sí mismos resultó no guardar relación con el nivel de felicidad. Pero el dinero gastado en los demás (tanto en regalos como en donaciones), sí. Naturalmente, estos resultados no demuestran que los regalos fueran la causa de la mayor felicidad. Podía ocurrir al revés: que las personas más felices tuvieran más amigos o familiares a los que hacer regalos. Para averiguar cuál era la causa y cuál el efecto, se hizo un experimento con 46 voluntarios. Se les dio un sobre con dinero a primera hora de la mañana y se les dijo que a las cinco de la tarde tenían que haberlo gastado. A algunos se les dieron 5 dólares y a otros 20. Y se les preguntó cómo se sentían de felices por la mañana y por la tarde. A estas alturas, los lectores habrán adivinado el resultado del experimento: recibir cinco dólares o veinte no tuvo ninguna influencia significativa en la felicidad de los participantes; comprarse algo para sí mismos, tampoco; pero comprar algo para regalar a otra persona sí la tuvo. Lo cual plantea un enigma: si tan gratificante es gastar dinero en los demás, y si basta con cantidades tan pequeñas como cinco dólares para obtener una satisfacción, ¿por qué no se hace más? Los investigadores reclutaron entonces a 109 estudiantes universitarios de Canadá y les preguntaron qué les haría más felices, que les dieran cinco dólares o que les dieran veinte, y cómo se lo gastarían. Los resultados no se pueden extrapolar a España, pero pueden compararlos con las respuestas que ustedes mismos hubieran dado de haber sido preguntados. La mayoría dijo que prefería recibir veinte dólares que recibir cinco. Y que les haría más felices gastárselos en algo para ellos mismos que en algo para otras personas. Se equivocaban por partida doble. Las personas parecen pasar por alto los beneficios que tienen para ellas los gastos destinados a otras personas. No me digan que no somos sorprendentes como especie. Lo que creemos que nos va a hacer felices casi nunca es lo que nos hace verdaderamente felices. Por lo tanto, lo mejor es ser más críticos con nosotros mismos y poner en tela de juicio cada una de nuestras conjeturas. Diría más. Cada vez que nos sorprendamos conjeturando, hagamos sonar una alarma interna que deberíamos instalarnos desde hoy que nos indicara que probablemente nos estemos equivocando para, de este modo, obrar en consecuencia. Por cierto, ¿has hecho huelga?