DE LA MINA AL CIELO

Ayer participaba en una tertulia radiofónica que me permitió hablar con el psicólogo al mando del equipo de psicólogos que han estado asistiendo y preparando a los mineros chilenos para el rescate que se está produciendo y me he llevado unas cuantas gratas sorpresas. En primer lugar, se ha oído decir que cuando fueron preguntados por el orden de salida todos se ofrecieron a salir los últimos para poder batir el record Guiness de permanencia en una mina. ¡Qué chorrada!. El propio Claudio, que así se llama este colega de profesión chileno, ha dicho que la razón por la que todos querían salir los últimos ha sido la solidaridad que ha brotado en el grupo y que no solo los ha unido sino que ha hecho la experiencia mucho más llevadera. Otra de las sorpresas que me he llevado ha sido que no se espera que aparezcan demasiados cuadros de stress postraumático, que es lo que le sucede a una persona normal cuando vive una situación de esas características, sino más bien se va a producir una de esas experiencias que recientemente la psicología, bajo el nombre de Psicología Positiva, ha empezado a estudiar. Hablamos de una especie de florecimiento postraumático consistente en un mayor aprecio por la vida, una renovación personal y amplificación espiritual que solo los que viven situaciones límite de supervivencia pueden tener. Y eso es así, no nos engañemos, sin duda, por la presencia de un equipo de profesionales de la psicología ha estando llevando a cabo a pie de mina desde que se declaró la tragedia. La presencia del psicólogo en situaciones de crisis y catástrofes es un hecho más bien reciente pero ya hay suficiente aval científico y experimental que demuestra que la intervención inmediata de profesionales de la salud mental impide que se formen muchos de los trastornos propios de vivir situaciones como la de los mineros chilenos. Paradójicamente, aún hoy en día, no le concede la misma importancia a una fractura de fémur que un trastorno postraumático de stress. Sin embargo, es curioso que quien padece de un trastorno postraumático de stress cambia sin pestañear su trastorno por la fractura en cuestión. Todavía estamos lejos (hablo ahora de España) de países avanzados en la atención de la salud emocional aunque también es justo reconocer que en diez años se ha avanzado mucho. El poder limitante e incapacitante que un problema psicológico tiene supera con creces el de muchos problemas estrictamente físicos y, sin embargo, todavía no se le concede la importancia que debería en el sistema público de salud. La Seguridad Social carece de psicólogos suficientes para atender la demanda. Psiquiatras hay suficientes, pero psicólogos no. Mientras que cada año se convocan más de tres mil quinientas nuevas plazas de médicos internos residentes (el famoso MIR), apenas llegan al centenar las plazas de psicólogos internos residentes (el menos famoso PIR). Además el psicólogo necesita pasar el filtro del psiquiatra para intervenir, cosa de la que no me quejo si no fuera porque muchas veces no pasa el filtro porque o no hay psicólogos disponibles o la frecuencia de atención en consulta sería superior al mes o a los dos menos o, peor aún, se confiere al psicofármaco el tratamiento de estas enfermedades. El lector ha de saber que el fármaco ayuda pero no elimina la situación psicológica que hace sufrir al paciente. Y esto me lleva a enlazar con otras de las sorpresas que me ha dado Claudio al decir que no van a suministrar ansiolíticos para el ascenso de los mineros porque prefieren mineros asustados que… atontados. Con eso está todo dicho.