Otra vez no sé muy bien qué pensar con la infernal maquinaria de marketing que consigue, aunque te resistas como gato panza arriba, que vayas a ver una película aunque te de en la nariz que vaya a ser una castaña. Me acaba de pasar con “Buried” (Enterrado). Película del desconocido, hasta ahora, director español llamado Rodrigo Cortés. De él conocíamos un premiado cortometraje llamado “15 días” (2000), que no he visto, y la gran “Concursante” (2007). Un largometraje digno de ser visto. Pero, de repente, a caballo de una maquinaria sin parangón apareció al galope con su “Buried” bajo el brazo embutiéndonos el film a todas horas y por todas partes. El principal argumento el hecho de que los noventa minutos del film (menos mal que no duraba más) transcurriesen con el único protagonista encerrado en un ataúd enterrado bajo tierra secuestrado por los pobres irakíes. El personaje es Paul Conroy, un transportista de camiones, no soldado, que tiene la mala suerte de sufrir una emboscada en Irak y ser enterrado vivo con un teléfono móvil en árabe, una linterna, luces artificiales, bolígrafo, papel, cobertura, agenda de teléfonos y un saber estar que para sí lo quisiera el mismísimo Conde Drácula (por compararlo con alguien también asiduo a los ataúdes). No negaré que hacer un largometraje sin salir de un ataúd tiene su mérito pero sí niego que tenga el mérito que le ha querido otorgar. Lógicamente la película hubiera sido infumable, no solamente mediocre, si la acción no hubiese salido del ataúd aunque fuese a modo de flashback o en forma de conferencia telefónica. Las conversaciones con los funcionarios de defensa norteamericanos mantenidas desde el móvil erigen a los más pencos y denostados funcionarios españoles a las más altas categorías del saber hacer a tenor de lo lerdos que desempeñan su función en el guión. Desconozco si son así en realidad. Quiero pensar que no. Otro aspecto con el que no se puede comulgar es con el hecho de que el teléfono tenga batería para grabar dos videos que le piden los secuestradores y no tenga para llamar a su madre. Mantiene conversaciones desde el ataúd con la tranquilidad propia de quien pide una pizza por teléfono y se enciende hasta el límite con su posible rescatador. Por si fuera poco, cuando al espectador ya le han convencido que no se puede localizar la llamada (cosa que nadie se cree cuando puedes recibir un SMS en el móvil con la ubicación exacta del cajero que tienes a tu espalda cuando paseas por una calle), de repente, la llamada puede ser localizada y comienza el operativo de rescate. Un operativo de rescate más propio de Mortadelo y Filemón que del ejército norteamericano. No te voy a contar el final para que te indignes tú, no sé si tanto como yo, cuando lo ves y de paso no destripártela. La maquinaria de marketing deslizó que el rodaje había durado diecisiete días y recuerdo que cuando oí el dato pensé que no se puede hacer una gran película en poco más de dos semanas Ahora sé que tengo que hacerme caso más a menudo. Si estáis pensando en ir al cine, mejor decantaos por “Conocerás al hombre de tus sueños” que Woody Allen, por lo menos, no nos vende milongas. Sabemos lo hace y podrá gustarte más o menos, pero no te engaña. Además, en concreto, en esta película, vuelve a destilar ingenio y enredo neurótico de primer nivel. Y es que, siempre es mejor visionar virgen una película que ir a verla arrastrado por la onda expansiva de su campaña de marketing. ¿A ti te ha pasado? A mí sí. La sensación de ver una buena película virgen es inversamente proporcional en lo que a placer se refiere a cuando vas a ver una con las expectativas por las nubes y termina siendo un bodrio. ¡Uy!, mira por donde, se podría haber llamado así: “Bodried”