MATASANOS, PICAPLEITOS Y COMECOCOS

Acabo de leer en un párrafo de Anatomía del Miedo de Juan Antonio Marina cómo el autor se refería a los psiquiatras, psicólogos, y psicoterapeutas como  la tribu psi con cierto desdén. Por otro lado, hace ya algo de tiempo, en un texto de Osho leí que nos llamaba directamente imbéciles. En realidad lo leí no porque él lo hubiera escrito ya que sus más de seiscientas obras son transcripciones de conferencias que este místico dio ante diferentes auditorios. Pero recuerdo que me molestó un poco. Y en tercer lugar, hace más tiempo todavía, cayó en mis manos Psiquiatras, Psicólogos y Otros Enfermos de Rodrigo Muñoz Avia que, como su habrás podido deducir por el título, tampoco deja a la profesión en muy buen lugar. Si a esto le sumamos algún que otro tópico que circula por las calles, esto es, a) los psicólogos están todos locos o b) los psicólogos nos sirven para nada, tenemos suficiente material como para justificar el presente escrito. En las ocasiones en las que me las he visto dialécticamente hablando con algún defensor de la inutilidad de la psicología siempre me ha llamado la atención la opacidad de la ignorancia a modo de máscara que apenas deja pasar ni siquiera rayos de luz incuestionables y cómo la postura se encastilla en lo más profundo de la arquitectura mental del susodicho tras muchas capas de falsa seguridad en sí mismo. Me atrevería a afirmar que precisamente esas personas que con más ahínco y pasión defendían esa postura, estaban paradójicamente más necesitado de nuestros servicios. En mi opinión, casi ningún gremio goza del aplauso unánime de la gente. Ni siquiera los de mayor solera. Ahí tienes al milenario colectivo médico a cuyos miembros se les suele llamar matasanos con bastante frecuencia. O, también, el flamante y elitista gremio de lo jurídicos, esto es, los abogados, que en bastantes ocasiones se les denomina picapleitos. Sin olvidar a las respetables fuerzas y cuerpos de seguridad del estado que en más de una ocasión son simplemente los maderos. De hecho, las razones por las que semejantes vulgarismos hacen acto de presencia no están claras pero sin duda tendrán que ver con aspectos antes mencionados. Para los psicólogos no parece haber una traducción en argot callejero unánime. He oído alguna vez la expresión arreglacabezas. Aunque yo siento especial debilidad por comecocos. El simple no sufre o, al menos, lo hace de un modo menos enfermizo. Es el inteligente el que sufre por la propia naturaleza de su caudal intelectual. Es el inteligente el que puede experimentar con más facilidad más y mayor dolor emocional en según qué circunstancias por las distintas ópticas que es capaz de contemplar y la mayor cantidad de variables y detalles que puede integrar en su mapa mental. De hecho, son los inteligentes, los que sufren, los que han alcanzado algún tipo de mérito en el mundo científico e intelectual. Tanto es así que muchas grandes mentes de la historia de la humanidad jamás hubieran aceptado ir al psicólogo debido a lo que Rilke plasmó mejor que nadie cuando escribió: “Temo que al expulsar mis demonios puedan abandonarme también mis ángeles”.  Afortunadamente, estaba equivocado.