METEOROPATIAS


Me ha venido como anillo al dedo que anteanoche soplaran vientos de 111 kilómetros por hora para abordar un tema de esos que tenía pendiente y que no termina de poner a todos de acuerdo. Me estoy refiriendo a las (psico)patologías provocadas por los fenómenos/condiciones meteorológicos/as. Si tratas el tema a nivel de calle te puedes encontrar dos reacciones tirando a opuestas. Por un lado quien dice que eso son naderías y por otro quien te capta a la primera en cuento se lo insinúas probablemente porque lo haya padecido en sus carnes. Me refiero a aquello de “va a cambiar el tiempo porque me duele la rodilla”. Pero, ¿qué sabemos del efecto que las variables atmosféricas tienen sobre nuestro equilibrio psicológico? ¿Es verdad que la tramontana, por ejemplo, enloquece a la gente? Una noche como la de anteanoche, ¿tiene algún efecto sobre nuestra psique?.
            Pues me temo que sí y mucho. No creo necesario esforzarme en exceso para convencer al escéptico, pero si una “ola de calor” o una “ola de frío” es capaz de llevarse por delante a cientos de personas en un solo país en un solo verano o un solo invierno, quedando claro que el tiempo afecta a la salud física, ¿qué no hará con nuestra psicológica?
            Históricamente, mucho antes de estudiarse con seriedad estos temas, se pensaba que los suicidios, por ejemplo, tenían lugar en otoño/invierno, al menos en el hemisferio norte, con la creencia que los inviernos oscuros y brumosos producen tristeza al ser humano. Sin embargo, la realidad es completamente la contraria. Es en primavera/verano cuando se llevan a cabo significativamente más tentativas de suicidio y suicidios consumados que en otras épocas el año, estando éstos fuertemente relacionados con la reactividad de nuestros afectos a las variables meteorológicas que empujan al depresivo o al maníaco-depresivo a autolesionarse. Además, en estudios más recientes, se ha averiguado que el patrón masculino tiene un ciclo anual, esto es, el pico máximo de agravamiento psíquico en relación con el tiempo atmosférico alcanza su cumbre en primavera (o en agosto para el hemisferio sur) mientras que las mujeres tienen dos picos, uno con su máximo en primavera/verano temprano y otro en otoño. Además se ha sabido que los trastornos psicológicos de otoño son más propios de ocupaciones modernas y urbanas mientras que entre las profesiones tradicionales y rurales tienen su máximo en primavera con un patrón que correlaciona positivamente (es decir, acompaña) a las horas de insolación a lo largo del año. También sabemos que lo problemas de ansiedad no son estacionales pero que sí lo son tanto los trastornos afectivos (de los que acabamos de hablar) como los distintos tipos de esquizofrenia así como los cuadros de intoxicaciones por sustancias (más comunes en invierno), a excepción del alcohol que está presente todo el año. Se elaboró un interesante clasificación de los agentes meteorológicos que intervienen en los diferentes estudios que desde hace unas décadas se han llevado a cabo por distintos investigadores, diferenciándose entre hidrometeoros (nieve, lluvia, granizo), litometeoros (calima, polvareda, tempestad), fotometeoros (halo solar, arco iris, espejismo) y electrometeoros (tormenta, relámpago, trueno). Los estudios avanzan pero hay tantos tiempos atmosféricos distintos en el planeta que parece complicado llegar a patrones demasiado universales,  lo que quiere decir que en cada lugar afectará de una manera distinta. Menorca es sin duda un interesante laboratorio (por su exposición regular a la tramontana) que la hacen propicia para estudiar este tipo de fenómenos. Pero al margen de consideraciones científicas, lo de anteanoche, es decir, el hecho de que media isla se despertara a mitad de noche con el estómago contraído ya es un efecto sobre nuestra psiquis que mucha gente llama simplemente miedo. Más incluso que el que infundías grandes clásicos del género como Nosferatu o Frankentein. ¿O no?

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