El término procede del mundo anglosajón. Y es una traslación del “binge eating” que es un desorden de alimentación tipificado como patología que consiste en ingerir cantidades enormes de calorías en un corto espacio de tiempo. Aunque no es lo mismo que la bulimia, anorexia, etc.. se enmarca dentro de los trastornos de la conducta alimentaria. Sin embargo, por nuevo, es el “binge drinking” del que vamos a hablar hoy. Resulta que los adolescentes y menores españoles, tanto hombres como mujeres, han batido récords históricos de capacidad etílica. Sin embargo, han empleado menos tiempo en alcanzar estos niveles de consumo, lo que les hace más propensos a tener problemas de memoria, aprendizaje o planificación y eleva su riesgo de desarrollar alcoholismo, según una investigación realizada en 6.000 jóvenes de la Comunidad Valenciana. Según este trabajo, desarrollado en las ciudades de Valencia, Alicante y Castellón, el 31,9 por ciento de las adolescentes de 14 a 18 años practican el consumo intensivo de alcohol o 'binge drinking', que consiste en tomar cinco o más bebidas en dos horas, es decir, 60 gramos de alcohol cada dos horas en hombres y 40 en las mujeres. En sólo unos dos años celebrando botellones, alcanzaron un consumo medio de 88 gramos de alcohol en dos horas. El porcentaje de universitarias que practican el 'binge drinking' es similar (31,7%), al de las más jóvenes y también lo es su consumo (97,7 gramos de alcohol en dos horas). Sin embargo, la diferencia radica en que este colectivo tardó seis años en alcanzar estos niveles de consumo, el triple del tiempo que tomó a las adolescentes llegar a estas tasas. Una situación similar se da en los chicos adolescentes, entre quienes el 24 por ciento practican el consumo intensivo de alcohol, alcanzando un consumo de 125 gramos de alcohol cada dos horas en poco más de dos años celebrando botellones. Son menos los universitarios que practican el 'binge drinking' (12%), quienes han tardado una media de 5,9 años, en alcanzar un consumo de 130 gramos de alcohol en dos horas. Estando en Irlanda, escuché como se decía a nivel de calle, medio en broma medio en serio, que “Dios inventó el alcohol para que los irlandeses no dominaran el mundo” y puede que tuvieran razón. Ahora parece que España está muy bien posicionada para erigirse en potencia mundial teniendo en cuenta todos estos datos. Por ejemplo, los 'atracones' de alcohol en los botellones se realizan entre 9 y 10 meses al año y entre 1 y 2 veces por semana, sobre todo los sábados (61%), los jueves (27%) y los viernes (19,9%), sobre todo coincidiendo con las vacaciones y las fechas señaladas. Aunque al botellón acuden tanto menores, como adolescentes y mayores de edad, en concreto un 69 por ciento de adolescentes entre los 14 y los 18 años, y un 84 por ciento de universitarios entre los 19 y los 26 -sin diferencias significativas entre sexos-, destaca que los adolescentes de hoy han comenzado antes a beber que los actuales universitarios. En general, predomina el consumo de alcohol destilado --74% de los adolescentes y 64% de los universitarios-- y de las bebidas de graduación media, en el 74 por ciento de los adolescentes y el 45 por ciento de los universitarios. Sin embargo, llama la atención el elevado consumo que se realiza de bebidas fermentadas, como la cerveza o el vino, consumidas por casi la mitad de los adolescentes y los universitarios (46,5% y 46,7%, respectivamente). Por sexos, los varones toman más destilados y las mujeres, más bebidas de graduación media. Diversos estudios realizados en adolescentes entre 13 y 17 años que consumían alcohol en exceso demostraron que tenían un 10 por ciento menos de capacidad para recordar la información aprendida previamente, mayor lentitud para procesar la información, problemas de atención y dificultades para realizar tareas de planificación, organizarse, controlar los sentimientos o tomar decisiones con criterio. Sin embargo, los jóvenes tienen un escaso conocimiento de las consecuencias bio-psicológicas del consumo de alcohol desde temprana edad, aunque sí son conscientes de las consecuencias sociales del botellón, entre ellas el ruido, las peleas o la suciedad. Paseé por Ciutadella durante Ses Festes de Sant Joan a distintas horas de distintos días y era común ver a un número significativo de jóvenes (y no tan jóvenes) pugnando con la gravedad para mantenerse en pie. Yo mismo lo he hecho infinidad de veces. Sin embargo, al menos en mi caso, me hubiera gustado disponer de una información más completa sobre los efectos del alcohol y, sobretodo, de modelos de ocio alternativos. Porque no deja de sorprenderme muchísimo que se prohíba fumar pero no se prohíba beber. Recientemente también he oído decir que después del crack bursátil de 1929 se volvió a legalizar el alcohol tras la Ley Seca. Y que, análogamente, si mantienes el alcohol legal, mantienes a la gente aturdida y frecuentemente borracha de manera que evitas que pienses en otras cosas. Al mismo individuo que le oí decir esto, le oí decir que probablemente se legalice la marihuana en breve por esa misma razón. En cualquier caso, es evidente la necesidad de incrementar el nivel de conciencia de los más jóvenes sobre las consecuencias personales de su conducta con el alcohol, no sólo mostrándolas a través de los medios de comunicación, sino cambiando la mentalidad de las familias. Y, por cierto, que se comulgue con vino, no ayuda.