Dándole vueltas a la situación creada por el asunto de los controladores aéreos, quisiera exponer mi punto de vista, tan válido o inválido como el tuyo, probablemente. En mi opinión, el colectivo de los controladores aéreos es el único que se ha defendido de forma contundente ante lo que viene siendo la mayor operación de recortes de derechos laborales consolidados en la historia de nuestro país. Resulta que a la gente se le dice que hay que recortar el sueldo de los funcionarios y no pasa nada más que una huelga de desigual seguimiento de un día. Otro día se congelan las pensiones, y tampoco pasa gran cosa. En otro momento se elimina el cheque bebé o la prestación de subsistencia para parados que ya no tienen derecho a la prestación y tampoco pasa nada. Sin embargo, con los controladores (y también sea dicho con los trabajadores del metro de Madrid) el gobierno se ha encontrado con la horma de su zapatero. En un plante sin precedentes (que conste que no comparto la forma, pero aquí estamos hablando del fondo) un colectivo no acepta el tijeretazo sea en forma de horas extraordinarias, sea en forma de lo que sea. El caso es que cuando alguien decide hacerse controlador, lo hace porque hay una situación preestablecida que supone que obtendrán unos determinados ingresos por unas determinadas horas de trabajo. Esta realidad, es por todos conocida (al menos por lo que se han interesado en averiguarla). Pero, después de acceder a su puesto de controlador, de repente, vía decreto ley se cambian las reglas del juego y cambian por completo dichas normas con carácter retroactivo. Es algo así como si un atleta está preparándose toda su vida en la disciplina de 110 metros vallas y cuando llega la Olimpiada cambian la distancia de la prueba y la altura de las vallas. Con un agravante, si el atleta protesta se le pone una pistola en el pecho y se le obliga a participar con las nuevas reglas. Reconozco que la cintura del gobierno ha estado ágil sacándose de la chistera el resorte constitucional del estado de alarma que deja en las puertas de la cárcel a todo controlador que no vuelva a su puesto de trabajo y trabaje bajo la hipotética acusación de delito de sedición. Como no podía ser de otra manera, todos volvieron a sus lugares de trabajo que se las pelaban. Poca gente, o nadie que yo sepa por el momento, ha reflexionado acerca del tremendo precedente que se sienta al haber hecho uso de semejante mecanismo constitucional. Me explico. Ya no hay razón para que si los médicos de los ambulatorios decidieran plantarse en bloque porque se les obligaran a hacer guardias de 24 horas dos veces por semana (por ejemplo), se militarizaran los ambulatorios y hospitales dejando a los médicos en puertas del delito de sedición. También podría pasar con los conductores de autobuses, taxistas, lecheros, profesores, etc. La medida ha sido bien recibida porque al fin y al cabo los controladores son una minoría efectivamente privilegiada que no cuenta con la simpatía de la gente (seguramente si yo me hubiera quedado tirado en un aeropuerto pensaría distinto pero no ha sido así). Seamos honestos, nos caen tan mal por pura envidia. Pero sería justo reconocer que fueron más inteligentes a la hora de decidir profesión. Tú también hubieras podido hacerte controlador. Para serlo, hace años, no hacía falta ni el bachillerato. Por lo tanto, si es la pura envidia la que motoriza las protestas contra ellos, también sería un buen ejercicio ver la cara oculta de la situación que no es otra que la herramienta totalitarista y dictatorial del estado de alarma para poder intimidar con la cárcel a cualquier colectivo que se plante en un determinado momento. No sé a ti, pero a mí me da un poco de miedo.