Queda ya muy poquito, apenas unas horas, para que el 2010 se acabe y de paso al 2011. Con cierta disciplina religiosa, cada comienzo de año surgen de forma cuasi machacona los manidos propósitos de año nuevo. Lo cierto es que por un lado chirrían un poco pero por otro se sabe que somos un tipo de animal que aprovecha las pausas para reflexionar lo cual, dicho sea de paso, está muy bien. En realidad, las pausas, los números redondos, las fecha clave, son constructos mentales. Es decir, si uno se propone mejorar algún aspecto de su vida (dejar de fumar, perder peso, aprender ruso…) debería darle lo mismo empezar a hacerlo en año nuevo que en cualquier otro momento del año. Sin embargo, no es así. Existe una cierta tendencia a aprovechar un número redondo, una fecha clave, esto es, una de esas pausas a las que me refería antes. Y, a falta de un sistema mejor, podríamos decir aquello de menos da una piedra. Por otro lado, también es un gran clásico que los propósitos de año nuevo se diluyen y desdibujan, como muy tarde, en la segunda semana de enero. Algunos valientes aguantan hasta febrero pero el 90% desiste con lamentable facilidad. Pero ¿por qué es esto así? ¿tan blandos somos que no podemos mantener nuestra palabra ni con nosotros mismos? ¿hay alguna manera de cambiar esto? ¿se puede conseguir que este año sea el año en el que saque adelante alguno de mis proyectos? La respuesta es rotundamente si. Solo que para hacerlo con un mínimo de seriedad y garantías conviene hacer unos pequeños ajustes. Entre aquel que el uno de enero paga seis meses de gimnasios y solo va el día 2 y aquel otro (uno de cada 20 aproximadamente) que hipoteca su existencia para la consecución de sus objetivos, hay un término medio que es que nos interesa. Ha habido algunos descubrimientos interesantes en este campo que paso a comentarte. En primer lugar, la industria de la autoayuda lleva años diciendo que con visualizarse regularmente en un determinado estado (sin fumar, delgado o hablando ruso) es suficiente. Sin embargo, esto no es así. En el mejor de casos es simplemente ineficaz. Parece que las personas que fantasean en exceso sobre lo maravillosa que podría ser su vida no están preparadas para los reveses que el camino te pudiera suponer o, dicho de otra manera, son tendentes a la evasión de manera que pueden sentirse bien pensando así pero no parecen querer hacer el esfuerzo de iniciar la transformación. Con todo y con eso, si que hay ciertas estrategias que parecen ayudar bastante con los propósitos de año nuevo en particular y la consecución de objetivos en general. Conocí a un sabio llamado Jim Rhon que decía que si estás enfermo deberías iniciar un plan de salud, si eres pobre, un plan de riqueza, si eres gordo, un plan de adelgazamiento, si eres inculto, un plan de cultura y así sucesivamente. Es tan simple como contundente. Lo primero que se necesita pues, es un plan. Lo más detallado posible. Un plan que sobre el papel, al menos, te conduzca a tu objetivo. Hay una manera infalible de perder 50 kilos de peso en un año, por ejemplo, que es perder un kilo a la semana. Otro aspecto que se ha demostrado eficaz es hacer público tus propósitos. Aunque guardarlos en secreto alivia la sensación de fracaso si no se consigue, también es verdad que dificulta su consecución. Somos un tipo de animal que tiende a ser más fiel a sus opiniones cuando éstas se han hecho públicas. Otra estrategia útil es recordarnos de forma regular las ventajas y beneficios que lograríamos si alcanzamos nuestro propósito. Hablo de elaborar una lista de bondades del objetivo alcanzado, llevarla en la cartera o en el bolso y leerla entre 3 y 5 veces al día. Nuestros pensamientos, y con ellos nuestros propósitos, son efímeros. Si no los anclamos, se evaporan. La forma de anclarlos es obligándonos a recordarlos. Por ejemplo, ¿sabes por qué la sociedad era mucho más religiosa generaciones atrás? Simplemente porque los parroquianos eran obligados a rezar (es decir, a anclar) varias veces al día. Los musulmanes rezan cinco veces al día. Mientras lo hagan sus creencias se anclan cada día. Si hacemos jugar el concepto a nuestro favor, es decir, si nos rezamos varias veces al día los beneficios de alcanzar el propósito, lo lograremos mucho más fácilmente. Otra estrategia es recompensarse con las metas intermedias. Un objetivo de cierta envergadura que implique mucho tiempo puede desmoralizar a cualquiera por mucho que te lo repitas varias veces al día. Es necesario habilitar una especie de metas volantes en las que parar y recompensarse por los pasos dados aunque no se haya logrado del todo. Por último, en la investigación llevada a cabo por diferentes psicólogos de diferentes universidades se demostró que llevar un pequeño diario de cómo va evolucionando el plan aumenta exponencialmente las posibilidades de lograrlo. Puede ser un diario escrito en papel o en tu ordenador. Terminaré presentándote otro amigo que te puede ayudar a que de este año no pase el hecho de alcanzar tus propósitos. Es el efecto Zeigarnik. Resulta que una joven rusa estudiante de postgrado en psicología observó que los camareros eran capaces de retener en su cabeza los pedidos de varias mesas de clientes si sus respectivas cuentas no había sido cobradas y, por el contrario, olvidaban de inmediato las comandas segundos después de haber sido cobradas. Ese hecho le llevo a postular la existencia de una tensión psíquica que permanece latente hasta que la tarea se finaliza. Esa tensión psíquica actúa de motor, empuja a la finalización de la tarea. Dado que una de cuatro personas se reconoce procrastinadora, es decir, que deliberadamente postpone sus tareas a sabiendas, podemos utilizar el efecto Zeigarnik de la siguiente manera. Limítate a empezar la tarea. Dedícale solo unos minutos al día. Si lo haces, el efecto Zeigarnik hará el resto por ti. Ya sabes, si quieres que 2011 sea el año en el que alcances tus objetivos, elabora un plan, díselo a tus amigos, recuérdate constantemente las ventajas de lograrlo, recompénsate los pequeños logros, lleva un diario y, como mínimo, empiézalo para que el efecto Zeigarnik haga el resto. Feliz Año.