Ha sido una especie de sitio maldito. El lugar es extraordinario pero por alguna misteriosa razón llevaba unos años sin levantar cabeza. Ha cambiado de manos en repetidas ocasiones los últimos años y ninguno duraba más de un verano. Pero todo eso ha cambiado. Este año, gente nueva, fresca, con entusiasmo, ganas y saber hacer se han puesto al frente de este emblemático lugar que empezaba a dar algo de lástima por la dejadez en la que había caído años atrás. Me estoy refiriendo al Restaurante Blanc Toboganes que se encuentra en la avinguda de Llevant de Calablanca (Ciutadella de Menorca) a pie de cala pero elevado sobre el resto. Una actitud perfecta (quizá desmedida por momentos por el ímpetu de querer hacer bien las cosas), criterio solvente en cocina y un jefe de salón con suficientes tablas explican la metamorfosis que este lugar ha experimentado esta temporada. Para empezar, el día de la crítica, había la cantidad perfecta de gente. Esto supone comer o cenar con la tranquilidad suficiente y necesaria. Otros lugares parecidos y cercanos (cualquiera de los restaurantes de Calan Blanes o Cala N´Bosch, por ejemplo) tienen puntas de más de 60 decibelios a la par que niños correteando y run run de fondo que pueden arruinar tu velada fácilmente. Aquí no tendrás ese problema. La quietud de la cala, su propia acústica y su elevación sobre el resto de restaurantes impiden que el ruido sea protagonista. Mesas suficientemente separadas con manteles de tela negra y caminos de mesa blancos con detalle florar al centro invitan a entrar. No hay pretensiones de embutir a la gente en el salón interior o en la terraza exterior. Hay más de dos metros de distancia entre cualquiera de sus mesas facilitando la intimidad y estimulando la conversación sin que se entremezclen las de mesas distintas o haya que elevar la voz para poder comunicarte con tus compañeros de mesa. Otro cambio drástico respecto de años anteriores ha sido el diseño y la estética. No tardaron apenas tiempo en localizarse con un acertado cartel que anuncia el restaurante a toda la cala con un conveniente diseño gráfico y un nombre perfecto para el mismo: Blanc. El Restaurante Blanc Toboganes abrió la temporada con dos menús (uno de 11 € y otro de 22 € más o menos) para dejar protagonismo a las pocas semanas a la carta con interesantísimos platos en ella. El día de la crítica se optó por un plato único de carne consistente en solomillo de 435 gramos servido al punto + en plato de cerámica horneada estilo barro rectangular de 37 centímetros de lado mayor con exquisita guarnición de batalla. Creo no equivocarme si digo que las patatas que acompañan a muchos de sus platos son únicas en toda la isla, tanto por su forma, como por la manera de ser colocadas en el plato como por su sabor. Es posible que la vaca a la que pertenecía el solomillo estuviese pastando por algún lugar de Avila unas pocas horas antes de ser servida en un plato en Menorca. Hecho este que bien merece ser destacado por la obsesión que el lugar tiene por proporcionar al cliente el mejor producto lo más fresco posible. La apuesta en pescados es más local, como no podía ser de otra manera. No es difícil ver al gerente en Es Mercat des Peix tratando de dar con las mejores piezas para el día. La Vicenta I (a la par que otras) suele ser uno de sus proveedores. Esta política obliga a ofrecer gran variedad de productos fuera de carta, cosa ésta digna de agradecer. Tampoco es habitual que te obsequien con un pequeño aperitivo gentileza de la casa para abrir boca, también digno de agradecer. La cena avanza a medida que también lo hace la seguridad de haber elegido un buen lugar para cenar. El apartado vinos merece una especial atención ya que se nos ofreció un Habla Del Silencio de Extremadura (si no recuerdo mal) que ha sido hasta el momento la mayor sorpresa que este crítico se ha llevado desde que está en la isla. A la petición de un decantador se me contestó que en breve dispondría de él. No es necesario nada más para salir contento del lugar. Un plato de carne o pescado más un entrante con un buen vino y algo de agua y pan es un surtido suficiente para salir a hombros. Sin embargo, no acaba aquí. Los postres son otro de los puntos fuertes. Es más, si no los pruebas es posible que se enfaden en cocina así que será mejor que accedas entre otras cosas porque son un pequeño paréntesis en el tiempo por lo delicioso de su degustación. Otro de los puntos fuertes que tiene el lugar es la posibilidad de esparcimiento que tiene la sobremesa. Con suerte, recibirás el ofrecimiento de degustar un licor también cortesía de la casa redondeando una velada que merece la calificación de notable alto. Te habrás dado cuenta que llamándose y disponiendo de dos toboganes acuáticos restaurados y recuperados para este verano (ganando mucho en velocidad de descenso –sobretodo el de la izquierda-), que dan nombre al local y siendo eso lo más característico del mismo, no es ni de lejos, lo más importante, al contrario.