ES PUNTET

Es probablemente uno de los restaurantes con la estética y el diseño más cuidado de la zona de poniente de la isla. Para los amantes del minimalismo y los ángulos rectos en el sacrosanto lugar de la comida, el restaurante Es Puntet no defraudará a nadie. Se sitúa en pleno corazón de Ciutadella de Menorca a la altura del número 24 de Ses Voltes y puede pasar algo desapercibido al transeúnte si no repara en él debido a la escasa visibilidad exterior. Sin embargo, las estrecheces se convierten en grandes espacios una vez entras en él. Me consta que disponen de un salón en una primera altura que no estaba operativo (todavía no era temporada) el día de la crítica pero que no sería mala idea hacerla funcional aunque no sea verano. Quizá lo peor que tenga es el tamaño de algunas de las mesas para dos que hay en la parte de abajo. Son suficientes pero algo incómodas para los que prefieran no tener un codo tocando la pared y el otro en mitad del pasillo. La atención es protocolariamente correcta. El jefe de sala porta un atuendo ortodoxo y reglamentario que elude la aparente frialdad y rigidez al dispensar un trato cordial, cálido y cercano al comensal. Su esplendida carta permite dos enfoques. La clásica elección de plato principal más entrante/s que más vino y café situará la cuenta por encima de los 50 € (como sucedió en mi primera visita) o la no tan clásica opción de tapeo al centro. Si bien yo soy más partidario del primero, el restaurante Es Puntet permite una interesante degustación de atípicas y elaboradas tapas sin sobrepasar los 22  € por persona. Insisto en el fuerte contrapunto que una política como la de este restaurante supone para el lugar donde está enclavado. Una buena muestra de su atmósfera puede ser captada en su extraordinaria página web (espuntet.es). En muy poco tiempo puedes encontrar interesantes novedades en carta lo que permite la visita asidua si terminara siendo de tu agrado. Aunque el día de la crítica se optó por el tapeo al centro donde destacaron significativamente el queso “feta” y los “buñuelos de baca” sin desmerecer el “wok de pollo” (aunque su entrada en la carta quizá sea un tanto forzada), sí recuerdo en otra de mis visitas una estupenda carne con una salsa agridulce que tardaré en olvidar presentada en plato rectangular. El día del tapeo se acompañó con un Gran Feudo crianza. Un vino navarro que es una apuesta segura en su relación calidad precio. Es especialmente de agradecer que un restaurante tenga un vino de calidad por no más de 12 ó 13 € máximo o, si no lo tienen, den la opción de llevarte tú propia botella cobrando 2 ó 3  € por descorchar y servir ya que los que conocemos los precios en tienda de los vinos consideramos abusivo cargar un 400% (a veces, más) en el precio del vino. Llevarte tu propia botella a un restaurante es una práctica cada vez más habitual en cada vez más restaurantes que evita tener que tener una descomunal carta de vinos imposible de satisfacer a todos los gustos y permite que el comensal se centre en la calidad que sale de la cocina sobre el plato. Ya sé que permitir que el cliente traiga su vino implica un menoscabo de la caja en primera instancia pero a medio-largo plazo correlaciona con la fidelidad de la clientela y por tanto con la repetición. Ese es en mi opinión el objetivo de un restaurante. Aunque no pude examinar la parte de arriba por no estar abierta, me consta que en ella hay a la vista del cliente una densa y atractiva bodega que bien pudiera despertar interesantes conversaciones previas a la cena con tus compañeros de mesa. La posibilidad de elegir el vino llevando varias botellas a la mesa para que la deliberación se lleve a cabo “botella en mano” es una idea que lanzo a los gerentes de restaurantes para que la admitan a trámite. Es más, si eres uno de esos gerentes que consideras que tienes políticas distintas en el apasionante mundo de la gastronomía/restauración, házmelo saber. Son muchos los llamados y pocos los elegidos.