ES MOLÍ DES COMTE

Su localización, la mejor de Ciutadella-pueblo con diferencia (que no del término municipal), lo convierte en único. Se encuentra debajo del molino de la Avda.  Constitució, a la altura del número 22. Su inauguración fue un acontecimiento total que supuso un esperanzador punto de inflexión a la restauración abierta todo el año en la isla. Su visita era obligada así que no tardé mucho en hacer mi crítica. He ido a cenar (las críticas siempre las hago en las cenas) en varias ocasiones. En concreto la última opté por una amplia variedad de platos más que por segundos y entrantes a pesar de la flamante explicación de quien te atiende detallándote todo lo que ofrecen fuera de carta si bien sería de agradecer que se informara (de viva voz o por escrito) de los precios de los mismos para evitar malentendidos. Sabia estrategia esta para los restaurantes, cantar los platos fuera de carta sin los precios, con la que fácilmente se infla la factura (no digo que aquí lo hagan) y no tan apropiada para el comensal que más de una vez puede salir escaldado. El lugar merece un diez rotundo. Un amplio, amplísimo, espacio perfectamente separado de la cafetería con entradas por la Avda. Constitució y el Es Carrer Des Princep (ésta con un conveniente e inmenso aparcamiento que facilita la visita),  paredes de robusta piedra, bóvedas de película, iluminación cálida aunque excesiva según para qué tipo de velada, trato correcto (más o menos profesional en función de quien te toque), manteles de fino hilo sobre mesas de hermosa madera, sillas amplias y confortables, mesas muy separadas (hecho éste determinante si no quieres tener la sensación de estar cenando en una nave industrial), dos copas de cristal por comensal, cubiertos más que apropiados (aunque a veces hay que solicitar uno especial que trinche bien si pides carne) y muchos más detalles configuran el empaque suficiente para catapultar este restaurante a lo más alto de los restaurantes menorquines. El itinerario gastronómico consistió en un carpaccio de ternera perfecto en su corte, presentación y cantidad de parmesano con la que es servido, una ensalada de codorniz que podría considerarse de las mejores ensaladas templadas que se pueden conseguir en poniente, un frito mallorquín que honestamente pienso que no debería de haberse importado de Mallorca y propongo su extinción de Menorca y unos buñuelos de sobrasada que fueron solicitados en el último momento para rematar y que fueron toda una grata sorpresa (aunque seguramente se puede ganar en rapidez al servirlos). La carta es mucho más extensa que lo que degusté ese día. De los entrantes destacaría el jamón que no sé de donde lo traen pero es un viaje, los pimientos del piquillo y de Padrón (debilidad personal) y una ensalada cuyo nombre no recuerdo (la primera de la carta y creo recordar que especial de la casa) que no puede faltar. De entre los platos destacaría los pescados y arroces por definición y el pollo de corral a la brasa (no olvidemos que es un asador) cuya simpleza no desmerece su magistral preparación y sabor y que tuve la ocasión de degustar en otra ocasión. Téngase en cuenta que hay opciones también para niños. Aunque el día de la crítica opté por un económico Baluarte Roble por 12,40 € por mantenerme fiel a la Ribera del Duero y porque considero que es un excelente semi-crianza es especialmente destacable su completa carta de vinos en la que  creo recordar que encontrarás mucha más oferta dentro de esa denominación como por ejemplo Pesquera, Legaris y Carrovejas y de otras denominaciones, Abadia Retuerta o Pittacum –casi lloro al verlo- (de León), de Navarra, de Zamora  e incluso algún italiano o argentino (aunque Argentina debería seguir centrada en el fútbol). Volví a echar en falta el decantador. Quiero visitar más restaurantes para incluirlos en mi catálogo personal. Mis visitas serán de incógnito. Si crees tener un lugar que la gente merezca visitar, envíame un email y te visitaré. ¿Te atreves?.