LOS VALIENTES HOSTELEROS DE LAS INVERNALES URBANIZACIONES DE PONIENTE.


English: Robinia pseudoacacia, Fabaceae, Black... Así, con este título al más puro estilo Cumbes Borrascosas, quiero comenzar éste artículo.  Es un homenaje a un puñado de valientes que contra viento y marea permanecen estoicos junto al palo de la bandera de sus locales de hostelería en plena época invernal atendiendo a parroquianos perdidos y sin rumbo que deambulan por esos microasentamientos fantasmas que son las urbanizaciones menorquinas fuera de temporada estival. El parroquiano invernal es una especie que recorre obnubilado las desangeladas calles en busca de un lugar caliente y acogedor donde poder tomar un café en el peor de los casos o comer algo de caliente en el mejor. Dar con uno de esos crisoles en que se han convertido los bares y restaurantes que abren en invierno en las urbanizaciones, ha sido una tarea harto complicada, sino imposible, algún año. Pero, con el paso de los mismos, una casta, una estirpe, todo una manera de entender la hostelería se ha ido haciendo un hueco en las gélidas atmósferas a las que me estoy refiriendo para abrir sus locales, unos en fin de semana (se agradece) y otros diariamente (se lo merecen todo). Propongo erigir un monumento, en alguna rotonda insular que no tenga, a esos hombres y mujeres que malsacando adelante sus gastos con la escasa clientela invernal consiguen, por otro lado, dar el servicio que el consumidor de carajillos, copichuelas y bocadillos demanda y cuya búsqueda en muchas ocasiones es del todo infructuosa.
Cuando el sol cae, o, cuando si siquiera ha salido, algunos bares ya conectan sus cafeteras para atender los cuatro cafés a los que pueden dar salida de buena mañana, al par de menús de medio día y a alguna que otra mediana por la noche.
Bay-Bey (Calablanca), con su pan diario recién hecho, evita que el vecino de la urbanización tenga que hacer un peligroso viaje en plena noche al núcleo urbano más próximo, en busca de un chusco de pan que llevarse a la boca. Algunos lo hacen en bicicleta, otros en autoestop y los más privilegiados en moto o coche. No sé si alguno habrá perdido la vida haciendo esa salida a dos grados centígrados (seguramente no) pero lo que es indiscutible es que te garantizas unos sabañones del tamaño de pelotas de ping-pong. Con la posibilidad de conseguir pan en tu urbanización que ofrece esta cafetería de reciente apertura, se han evitado, sino muertes, sí los sabañores. Olé por el Bay-Bey. Un menú a precio realista  (por debajo de los 9 €) completa la oferta invernal, y,  no por humildes, dejan de ser menos importantes, unos bocadillos de bacon que quitan el hipo.
Laurel & Hardy (Calablanca) es un clásico en la zona. No falla nunca. Siempre está abierto. Lugar de reunión para todos los hombres echados de sus madrigueras porque sus mujeres están fregando el suelo y se convierten en bultos sospechosos sin saber hacia donde encaminar sus pasos. Su cuidada vajilla y mantelería para el servicio de comidas con unos platos de cuchara preparados como lo hacían nuestras abuelas es una apuesta segura para comer de caliente y en caliente. Además, una acertada ampliación con cerramiento en su terraza hace que el espacio no sea un problema en fin de semana.
Y, hablando de fin de semana, el irlandés de Calablanca, exquisito en su funcionamiento. Lleva años apostando por abrir durante ellos. Es un mínimo que los residentes agradecen. Da a la urbanización vida y color el viernes, el sábado y el  domingo. Por poco que el sol acompañe, los aperitivos sabáticos y dominicales con la isla majórica al fondo son una excelente opción.
También es un valor seguro para el fin de semana, Jenny´s Bar. Y, otro valiente que ha apostado por la apertura todo el año, el Rayma. Con una terraza-invernadero que el sol caldea consiguiendo que el parroquiano eleve a agradable lo que de otra manera hubiera sido un suplicio.
La oferta la completa, el nudo gordiano de la zona en invierno, el Hotel Sagitario que, tras su reciente reforma, ha conseguido mantener las constantes vitales en invierno con el turismo senior y que, con el valor añadido que ofrece su flamante SPA, lo convierte en una opción más que apta.
Por eso, a todos los hombres y mujeres que han apostado por dar servicio al millar escaso de personas empadronadas en cada una de  las urbanizaciones todo el año, les brindo este homenaje y, creo hablar en nombre de todos, les doy las gracias.
De paso, aquel lector que crea que durante el invierno, las urbanizaciones son poco más que espacios muertos, que sepan que tienen una oferta de ocio a su alcance que les invito a degustar.
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