CA N´OLGA


Desde mi ingenuidad como nuevo isleño creía haber descubierto una novedad cuando, en realidad, me dijeron que era uno de los grandes clásicos de Menorca. Hablo de Ca N´Olga, un admirable paréntesis gastronómico en el texto de la comida rápida y la restauración veloz. Enclavado en el encantador cruce d´Es Pla de Ses Eres (antiguo Carrer Sol) y Ses Carnisseries, en un callejón que recibe el nombre de Pont Na Macarrana, de Es Mercadal, su entrada ya avisa que no estás en un lugar cualquiera. Solo dos pasos más allá del umbral de entrada y ya estás sumergido en un lugar único. El patio interior para los meses de verano es sin duda su punto fuerte si bien sus mesas interiores no desmerecen en absoluto. La atención es correcta en la atención del comensal dejando elegir la mesa, cuestión esta de vital importancia para algunos maníacos, como es mi caso. Ni qué decir tiene que las mesas exteriores de verano permiten fumar, eliminando de la ecuación el momento de tener que levantarse y salir del local para echar un cigarrito. La carta del local es lo suficientemente surtida y extensa como para dificultar la elección. El día de la cata se optó por una excelente ensalada vegetal como entrante frío. Parece que el aguacate se ha hecho fuerte en las ensaladas de la isla. Me desharía en calificativos positivos para esta ensalada, pero creo que lo mejor será que veas la foto de antes y después de la misma (consultar blog).



Como platos principales, las opciones fueron un secreto ibérico servido en plato rectangular con una guarnición a base de patata, brócoli, calabacín y zanahoria sobre un entramado de salsas excepcionalmente presentado. 



El otro de los platos fue un cochinillo confitado con la misma guarnición que el secreto ibérico pero con una compota de manzana en lugar de las salsas. He probado más de una decena de cochinillos en la isla y no resulta fácil encontrar uno con el punto exacto crujiente en lo externo y la ternura adecuada en lo interno. Este lo consigue.




Respecto a la carta de vinos, fue un subidón ver en ella referencias clásicas que son una baza segura junto a los consabidos vinos locales y algunos de bodegas pequeñas peninsulares. Entre ellas, la vista se me fue directa al Pittacum, un vino de El Bierzo (León) que nunca me ha fallado y que riega las cenas como pocos. Volví a echar de menos un decantador. 



Hace unos años, mientras viajaba por la Ribera del Duero elaborando una guía gastronómica y de vinos, terminé en un recóndito pueblo de la Comarca de Peñafiel, provincia de Valladolid, de nombre Pesquera de Duero, hoy seguramente por todos conocidos. En aquel entonces no lo era tanto. En lugares como este, el vino es casi una religión. Hay pueblos en la zona (muchos de hecho) que cuentan con más bodegas que habitantes. Entablé conversación con el propietario de una de esas pequeñas bodegas familiares porque seleccioné un semicrianza para mi guía de vinos. Luego me enteré que ese vino había sido premiado, cosa que me alegró mucho. El propietario de la bodega me decía que cuando iba a cenar a un restaurante y tenía ocasión, se pedí uno de sus vinos. Un vino cuya uva había vendimiado con sus propias manos, nada de maquinaria ni tractores, a veces de noche. Una uva que él había vaciado de los cestos al camión para trasportarlo a su bodega y, después de despalillarla, volcarla a la cuba para su primera fermentación cuyo sombrero él había apartado y removido con sus propias manos para darle el color deseado al caldo mediante el remontado. Un caldo que él había trasvasado y desencubado personalmente para un segunda fermentación que le confiere finura y suavidad al vino para finalmente embarricarlo en barricas de roble francés y americano y esperar pacientemente el tiempo necesario para pasarlo a una botella bordolesa. El fue el que me dijo que todo vino debe ser decantado por defecto porque si no lo haces es como intentar guarecerte de la lluvia con un paraguas cerrado. Pues eso.


 Es un sitio en el que debes de pensar entre cuarenta y cincuenta euros por persona para explotar todas sus posibilidades pero, de vez en cuando, vale la pena. Excelso.