EL FIN DEL MUNDO Y LA MADRE QUE LO PARIÓ


No sé hasta qué punto conoces los pormenores de los argumentos que subyacen al tan cacareado fin del mundo que tendrá lugar la semana que viene. Hará un par de años me dio por estudiarlo bastante en profundidad y por momentos llegué a estar convencido que sucedería. Lo que pasa es que conforme avanzaba en la investigación empecé a observar algunas incongruencias. Por ejemplo, unos decían que el fin del mundo tendría lugar abruptamente, esto es, con un meteorito estrellándose contra la Tierra, con la puesta de moda de nuevo de la chaqueta con hombreras o con Jose Velez retomando su carrera musical. Al mismo tiempo, otros decían que en realidad no es el fin del mundo sino un cambio de era y otros que lo que tendrá lugar serán tres días de oscuridad en los que el sol no saldrá. Aunque también hay quienes dicen que el causante será una tormenta solar sin parangón. Lo cierto es que si abrazas cualquiera de las teorías y buscas avales y argumentos que la sostengan, los encontrarás. No hay peor ciego que el de mistela, digo… que el que no quiere ver. Y yo añadiría, no hay mejor crédulo que el que quiere creer.

Lamentablemente me he llevado recientemente la sorpresa que el fin del mundo ya está haciendo estragos entre la gente. Unos estragos de los que no se hablan mucho. Por un lado, ya han tenido lugar varios suicidios. El de una adolescente de 16 años en el Reino Unido y el de un matrimonio que rondaba la cuarentena en Colombia. En ambos casos, dejaron escrito que se quitaban la vida para no vivir el fin del mundo. Mucho me temo que la semana que viene seremos conocedores de algún caso más de situaciones de este tipo o incluso de algún suicidio colectivo, que ha sido un clásico en los anteriores fines del mundo. 

Pero no se queda ahí la cosa. Recientemente se ha detectado un aumento de las psicopatologías relacionadas con fin del mundo. Desde el repunte de los trastornos de ansiedad hasta el endurecimiento de los perfiles obsesivos al respecto. Yo mismo he atendido en consulta un par de casos relacionados con el fin del mundo.

En otro grado, se han dado casos de personas o grupos que se han fundido todo el dinero del que disponían en fiestas salvajes, orgías y/o viajes excéntricos al tiempo que han dejado de atender sus obligaciones o pagar sus deudas e hipotecas (aunque esto último lo deberíamos hacer todos al margen del fin del mundo, a ver si reaccionaba el capitalismo, pero eso… es otro cantar). La construcción de bunkers y acopios de alimentos está teniendo lugar desde hace meses. Se calcula que por encima del 10% de las poblaciones de Estados Unidos, China, México, Argentina y España (países donde sea hecho el estudio) creen con firmeza que el fin del mundo se va a producir. Esto es mucha gente. Solo en estos países, unos 339 millones de personas, o sea, que podemos contar con un fin de año movidito en relación a esto, sin fin del mundo ni nada. Solo por los iluminados que hagan alguna sandez.

Las teorías conspiranoicas son un imán para determinadas mentes, normalmente inteligentes (esto es lo curioso) para las que, explicaciones complejas y multidimensionales de una realidad, son un estímulo y les aportan placer intelectual. El problema es que a medida que te adentras y te adentras, vas perdiendo el referente, dejas de contrastar la información, la gente que no comparte tu postura pasa a ser tu enemigo y cualquiera que intente convencerte de lo contrario es el mismísimo demonio. La conversación con una mente paranoica es infinita y apasionante por un lado; y frustrante y lamentable por otro. En ocasiones, únicamente un conocido o familiar en el que la persona auto-convencida de determinados hechos, le tenga absoluta confianza puede hacer de palanca para salir de ese sendero de grandes mentiras auto-convertidas en verdades.

En el caso del fin del mundo, la suerte es que, al tener lugar la semana que viene, pronto vamos a salir de dudas. Y lo bueno de todo, en el caso de que tenga lugar,  es que al día siguiente seremos testigos de un momentazo, el principio del nuevo mundo. Eso sí que no me lo pierdo.